Nostalgia por los valores perdidos
Le sucedió a fulanito,
el nombre no viene al caso;
de veinte años escasos
de presumir el mocito,
y a pesar de los escritos,
que presentó un abogado,
por un año lo mandaron
a vestirse de conscripto.
La madre se desmayó,
y las hermanas lloraron
el día que comprobaron
que el doctor no lo salvó;
y él, que siempre se peinó
con "jopo" y a dos cepillos,
le pasaron el rastrillo
y sin melena quedó.
Se acabó la carne dura,
y que esto me hace mal,
y que tiene poca sal,
y a mí no me den verdura,
porque apretar la cintura
un día se puede hacer,
pero, al trote y sin comer,
se terminan las posturas.
Empezó a comprobar
que el sol sale temprano,
y un matecito en la mano
para hacerlo levantar,
nadie lo viene a cebar
porque allí no está la madre,
que te recuerda que es tarde,
o es hora de trabajar.
El no estaba acostumbrado
a tener que obedecer,
y menos tener que ser
el chico de los mandados,
pero Sargentos y Cabos
le sacaron en tres días
el cansancio que tenía
en el cuerpo acumulado.
El sol, le tostó la cara,
y de tanto "sobre el hombro",
fue notando con asombro
que el fusil ya no pesaba;
las manitos delicadas
se le pusieron callosas,
y hacía sonar las baldosas
cada vez que se cuadraba.
Y entonces llegó a querer,
hasta al Sargento Primero,
y fue el Teniente un compañero
que lo hacía obedecer,
sin hacerle comprender
de que era un superior,
y sin notarlo sintió
cariño por su cuartel.
Y fue una tarde cualquiera
que volviendo del campito,
transpirado, tostadito,
levantada la visera,
sintió nacer esa fiera
que escondemos en el pecho,
cuando en el mástil derecho
vio flamear nuestra Bandera.
Es que a veces no podemos
expresar nuestro sentir,
porque es difícil medir,
hasta dónde la queremos,
pero por dentro sabemos
que hasta el alma se agiganta
cuando pasa azul y blanca
con los colores del Cielo.
El Conscripto (del libro “Versos de mi Ciudad” de Héctor Gagliardi )
Publicado por Miguel...
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