Policía: la profesión más sacrificada e ingrata del mundo
Jorge Fernández Zicavo
El pasado 27 de enero ocurrió en la playa de Orzán (Galicia) una espantosa tragedia que vino a recordar a la sociedad española (y a la mundial, pues el caso tuvo amplia resonancia), las contribuciones que hacen las fuerzas policiales a la salvaguardia del bien común y la convivencia civilizada: garantizar el orden público, luchar contra la delincuencia, y brindar protección a los ciudadanos de la polis. Tal como esta fuerza pública viene haciendo desde las primeras civilizaciones con el nombre de Ttoaiteia en Atenas y luego Politía en Roma.
La tragedia ocurrió cuando un turista esloveno que participaba de una borrachera nocturna con sus amigos, tuvo la graciosa idea de nadar en un Atlántico que a esas horas estaba siendo batido por olas de cinco metros y helados vientos polares. Alertada la comisaría del Cuerpo Nacional de Policía, acudieron tres agentes, que tras arrojarse al océano para formar una cadena murieron ahogados. Al igual que el turista.
Muchos españoles se preguntaron si aquel estúpido juerguista mereció que tres personas perdieran su vida por salvar la suya. Por mi parte no tengo dudas al respecto: no lo mereció, en absoluto. Por supuesto, debieron haber intentado algún tipo de auxilio, pero sin entrar en aquellas aguas en las que ni siquiera un nadador profesional hubiera sobrevivido. Un policía no es un superhombre, ni un suicida. Tan sólo un profesional que debe evaluar en pocos segundos una situación y actuar lo más eficazmente posible utilizando los medios disponibles. Que en este caso eran inexistentes. Carecían de un salvavidas para arrojarle a la víctima, de una embarcación, etc. porque eran policías, no miembros del Servicio de Salvamento Marítimo.Rescate y funeral del primer cadáver. Los otros dos no pudieron ser localizados hasta seis días más tarde
Sin embargo, aquellos policías experimentados (34, 35 y 38 años), reaccionaron instintivamente, sin pensar en nada más que salvar una vida.
No tengamos miedo a utilizar las palabras fuertes y exactas porque estén devaluadas por la retórica: Sacrificio y Heroísmo, consecuencias a su vez de una cualidad fundadora: Vocación, en este caso, de ayudar al prójimo en situaciones de peligro.
La tragedia de Galicia ha sido el detonante de esta página, destinada a interrogarnos y reflexionar sobre esa peculiar vocación que conduce a la profesión policial, o que nace posteriormente, al calor de los avatares del servicio y la camaradería.
Insólita profesión, sin duda, que siendo la más peligrosa y sacrificada, en ocasiones es repudiada en su totalidad si tiene un 10% de indeseables en sus filas.
Por otra parte, parece ser una norma universal que los Estados minusvaloren y desprecien a sus fuerzas policiales no asignándoles los fondos necesarios para llevar a cabo su misión. Son frecuentes las noticias de policías que a veces tienen que pagar con su dinero la gasolina de los patrulleros, o comprarse una nueva camisa del uniforme, o un chaleco antibalas porque no hay para todos.
Y pagan a los funcionarios unos sueldos que no alcanzan ni para llevar un nivel de vida mínimamente decoroso, lo cual les obliga a buscar un segundo empleo de tres o cuatro horas. Y por si fuera poco, a esos salarios bochornosos se añaden desquiciantes horarios de servicio, que por lo general rotan todas las semanas con turnos de mañana, tarde, noche, madrugada y vuelta a empezar, lo que les impide tener una vida familiar y social como el resto de los ciudadanos, y les provoca irritabilidad y patologías psicosomáticas como insomnio o migrañas. Para colmo, pueden ser destinados fuera de su provincia, y además de trabajar domingos y días festivos, muy pocos tienen la suerte de disfrutar con su familia la cena de Navidad o la mágica mañana de los Reyes Magos con sus hijos.
Puede decirse, sin exagerar, que en todos los países el policía es el funcionario público más explotado por el Estado, el que soporta las peores condiciones laborales.
Sólo un ejemplo, referido a España: los salarios de los policías municipales de las grandes ciudades, y de los policías autonómicos de Cataluña y Euskadi, son entre un 60 y 70 por ciento más altos que los percibidos por las fuerzas del Estado: Cuerpo Nacional de Policía y Guardia Civil. O sea, que un policía municipal dedicado a multar infracciones de tráfico o como mucho a intervenir en una pelea entre borrachos, gana casi el doble que los nacionales y guardias civiles que cumplen funciones de policía judicial y operan contra el terrorismo (342 asesinados por ETA), y poderosas mafias internacionales. Difícil de comprender este disparate ¿verdad?
Pero a pesar de esas pésimas condiciones laborales, es muy frecuente ver en la televisión mundial que los policías llegan a un incendio antes que los bomberos y las ambulancias, y que no dudan en entrar en los edificios en llamas para rescatar personas y luego prestarles primeros auxilios dentro de sus posibilidades. Algunos resultan gravemente heridos, pero no les importa; lo seguirán haciendo, incluso estando fuera de servicio, en su día de descanso.
Tal como lo hacen en descarrilamientos de trenes, accidentes de tráfico, derrumbes de edificios, explosiones de gas, terremotos o inundaciones. Tal vez pasen por sus manos más cuerpos descuartizados y cadáveres que por las de médicos y enfermeras. Si hay un denomidador común para resumir su deprimente trabajo que pocos mortales resistirían, probablemente sea la sangre.
De personas accidentadas en las carreteras, de ancianos atropellados al cruzar una calle, de esposas machacadas por sus maridos, de niñas violadas y asesinadas por pederastas con permiso carcelario, de prostitutas torturadas por sus proxenetas, de ajustes de cuentas entre bandas de narcos, o su propia sangre y la de sus camaradas cuando caen en enfrentamientos armados con delincuentes.
Sus escenarios profesionales más rutinarios suelen ser hospitales, morgues, funerales y cementerios. Y, por supuesto, el ambiente social donde deben moverse es siniestro, un submundo donde se dan cita todos los vicios, crueldades y horrores imaginables. El reino de la sordidez humana y de la escoria lumpen.
Aparte de bomberos y enfermeros, estos hombres y mujeres "para todo", también suelen oficiar de improvisadas matronas en las calles, autobuses, metros, trenes, taxis, aeropuertos, salas de cine y allí donde un niño o niña considere llegado su momento de entrar en escena. O de psicólogos, cuando hay que disuadir a una histérica que quiere montar un numerito de suicidio ante las cámaras.
Y cuando, cumpliendo las órdenes de sus mandos políticos, disuelven las concentraciones no autorizadas, será a ellos y no a sus mandantes a quienes las hordas les griten ¡Asesinos! mientras les arrojan baldozas, barras de hierro o bombas incendiarias. Y la prensa progresista llamará "brutal represión policial" a los inocuos bastonazos en las piernas. Da igual que no corra la sangre ni que no haya manifestantes hospitalizados. La prensa y las izquierdas se regodearán, con la palabra "represión" porque conocen su alto valor propagandístico.
También acuden a bancos, comercios o viviendas donde se esté produciendo un asalto o toma de rehenes, de donde muchas veces los policías salen dentro de una bolsa hacia la morgue y el llanto de su familia; pero el ciudadano que, aterrorizado, les suplicó que se dieran prisa porque estaba en juego su vida o su patrimonio, difícilmente tenga luego una palabra de afecto o gratitud para sus salvadores.
Se trata, en suma, de una profesión harto singular, que requiere altísimas dosis de estoicismo. Sacrificio, resignación, paciencia... podrían ser algunas referencias para entender estas vocaciones, pero siempre habrá otras que no son tan evidentes pues pertenecen al ámbito de una mística solidaria y endogámica; a ese famoso "espíritu de cuerpo" común a toda fuerza armada, en el que suele jugar un papel importante el romanticismo de la tradición familiar. Algo muy frecuente en estas instituciones, hasta el punto de que gustan llamarse a sí mismas "la familia policial" o "la familia militar".
Ser un "azul" confiere una cualidad singular, que transfiere al sujeto una dimensión simbólica que a su vez le trascenderá como tal y lo refundará en distintos pero confluyentes roles sociales: "funcionario armado de la Justicia", "vigilante y garante del orden y la convivencia en los espacios públicos", "combatiente de la seguridad del Estado" cuando hay terrorismo de por medio; y también roles psicológicos o subjetivos que no deberían desdeñarse, tales como el de "justicieros protectores de los débiles" o "guerreros del Bien contra las fuerzas del Mal", ya que al fin y al cabo su misión primordial consiste en "hacer justicia" capturando a los criminales para que los jueces los castiguen en nombre de la sociedad.
Algunas imágenes sobre el día a día de la profesión policial:Un policía asesinado
y otro
y otro más...
Comenzamos por la policía argentina porque el asesinato de sus efectivos se ha convertido en un deporte nacional. Denunciar por teléfono un falso delito para que acuda una patrulla y asesinarles para robar el armamento y las codiciadas credenciales y chapas, está a la orden del día.
Pero las muertes diarias de policías han aumentado en todas las actuaciones policiales, porque el régimen izquierdista de los dos gobiernos Kirchner ha sancionado una "doctrina de seguridad" que considera a la delincuencia como un resultado de las "desigualdades sociales", con la consiguiente priorización de los "derechos humanos" de los delincuentes frente a cualquier actuación jurídica o administrativa del Estado.
La consecuencia práctica de esta protección jurídicamente garantista del delincuente, es que, si en un enfrentamiento éste empuñara un arma y la dirigiera hacia el policía -con la obvia intención de dispararle- el funcionario deberá esperar a que haga un primer disparo contra él. Si por el contrario, hiriera o matara al delincuente sin cumplirse este protocolo, será procesado, encarcelado y expulsado del Cuerpo. Resumiendo, a efectos prácticos, sólo si el policía resultara herido antes de disparar, el juez instructor, el fiscal, y la sección "asuntos internos" tipificarían su actuación como de legítima y proporcionada defensa.
Como era previsible, la indefensión jurídica y las dudas operativas propiciadas por esta doctrina criminal, al interferir en situaciones de alto peligro donde la vida del policía depende de reacciones reflejas, ya han provocado varias muertes absurdas.
Asimismo, la sección antidisturbios de la Policía Federal no sólo tiene prohibido disparar gases lacrimógenos para disolver concentraciones ilegales, sino que los agentes ni siquiera pueden portar su pistola reglamentaria ni ninguna otra arma de fuego, incluidas las escopetas que disparan cartuchos con postas de goma. Sólo pueden utilizar bastones y gas pimienta. Es de mencionar que la Ministra de Seguridad que dictó estas medidas, fue una destacada terrorista de Montoneros durante la sangrienta guerra revolucionaria que padeció Argentina en los años setenta. Y que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner militó en el aparato universitario "legal" de esa organización.
Accidente ferroviario en la estación ONCE, de Buenos Aires
Siempre los primeros
España. Cuerpo Nacional de Policía. Unidad de subsuelos
CNP. Unidad para ataques nucleares, radiológicos, biológicos y químicos
CNP. GEO: Grupo Especial de Operaciones
CNP. Un camarada "guau" en acción
Y cuando hay accidentes los polis suelen ser los primeros donantes de sangre. Ahora los chicos del CNP de Córdoba (España) están editando un calendario a beneficio de Adrián, niño de siete años afectado por una enfermedad neurológica
La solidaria Unidad de Prevención y Reacción, con Adrián y sus padres
A esta detención y esposamiento técnicamente impecable, durante los disturbios estudiantiles de Valencia, la izquierda le llamó "brutal y escalofriante represión policial". Omitiendo decir que ningún manifestante resultó herido, pero sí, 28 policías de las Unidades de Intervención Policial (antidisturbios)
Un manifestante envalentonado por la presencia de las cámaras, insulta y amenaza al funcionario policial, pero estos efectivos están entrenados para no responder a las provocaciones
Atenas
Brasil. Protección carnavales 2012
Colombia. Operativo antidroga
La Paz, Bolivia
Lisboa. Deshaucio judicial
Londres. Desalojo de "indignados" en Catedral de Saint Paul
Madrid. Manifestación ilegal de "indignados"
Monterrey, México
Oakland, California. Disolviendo manifestantes "Occupy Wall Street"
Zaragoza, 1991. Casa-Cuartel de la Guardia Civil volada por ETA. Murieron cinco guardias y cinco niños
Palma de Mallorca, 2009. Agentes de la Guardia Civil asesinados por ETA. El de la foto superior era un alumno en periodo de prácticas
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